
Un Siglo de Hibridación
Desde los años 40, el jazz ya mostraba un arraigo particular en el país, influyendo a músicos que, en su búsqueda de nuevos lenguajes, encontraron en este género una fuente de expansión sonora. Pedro Sarmiento (2019) describe cómo
“Big Bands como las de Glenn Miller y
Benny Goodman sirvieron de modelo para la conformación de la Jazz Band de la Emisora Atlántico, la Orquesta Sosa, y las orquestas de Lucho Bermúdez y Pacho Galán en la década de 1940, que pusieron de moda la ‘música costeña’ o ‘tropical’ a través del porro, la cumbia y el merecumbé.”
Esta influencia, además, se fortaleció con la llegada de producciones discográficas de jazzistas internacionales, lo que permitió que el jazz no solo fuera escuchado, sino también reinterpretado dentro del país.

Orquesta de Lucho Bermudez (1941)
Jazz Band Atlántico (1945)
Antonio Arnedo (2018)
Foto tomada de Radio Nal. Co..
Un Siglo de Hibridación
Con el paso del tiempo, una nueva generación de músicos llevó esta relación un paso más allá gracias a los discos que llegaban desde el exterior y, aún más importante: viajando, estudiando y tocando en escenarios internacionales. Oliver (2009) señala que “desde los años sesenta se radicaron en Estados Unidos y Europa un grupo de músicos que a su regreso, serían quienes desarrollaran la escena bogotana y nacional”, mencionando nombres como Eddie Martínez, Gabriel Rondón, Joe Madrid, Francisco Zumaqué, Justo Almario, Héctor Martignon, Jay Rodríguez y Antonio Arnedo, quienes establecieron un escenario de diálogo entre la música colombiana y la tradición jazzística norteamericana y afrocubana.

Un Siglo de Hibridación
Este diálogo entre el jazz y las músicas colombianas se ha mantenido hasta el presente, fortaleciéndose a través de espacios de circulación masiva, como Jazz al Parque, o decenas de clubes y bares que han y abierto la posibilidad a los músicos de jazz a experimentar. Jazz al Parque, en particular, ha sido fundamental en la difusión del género y en la exposición de músicos locales a diferentes corrientes del jazz. De hecho, este festival lleva vigente ya 30 años (IDARTES, 2024) consolidándose como un espacio clave para la escena. Rock al Parque y Salsa al Parque han desempeñado un papel similar, conectando escenas y permitiendo que el jazz interactúe con otras expresiones musicales de la ciudad. Catalina Valencia (2021), en el marco de la edición XXV del festival, afirmaba que “Bogotá vio la consolidación de una escena digna de una capital cosmopolita, reflejada en la aparición cada vez mayor de propuestas sonoras que apelan a todos los estilos, escuelas y disciplinas del jazz; así como de un interés académico por su promoción desde las aulas, la proliferación de salas de conciertos, bares y otros escenarios connaturales con el género, la presencia de un colectivo independiente pero robusto de productores y sellos y, sobre todo, el nacimiento de una creciente afición.” Esta trayectoria de más de 80 años demuestra que el interés por el jazz en Bogotá no es un fenómeno aislado, sino una evolución constante que sigue expandiéndose en nuevas formas y propuestas.